sábado, 28 de abril de 2007

Bolivia villera

La patria pequeña en Buenos Aires



Argentina. La 1-11-14 es la villa que alberga a la comunidad más grande de bolivianos en suelo porteño. La vida se divide entre la alegría por poseer un techo y la inseguridad por el crimen y las drogas

Argentina. El poder en la 1-11-14 se reparte entre dos grupos. Los bolivianos están al margen. La mayoría de los bolivianos llega directo desde el campo. Hay paceños y orureños. La villa fue desalojada en 1976 por el Gobierno. Fue dos años antes del Mundial

Texto: José Andrés Sánchez
Fotografías: Rolando Villegas
Nosotros, los de la comunidad boliviana, estamos siempre desprotegidos, tanto de las autoridades argentinas como de las bolivianas. No hay quién abogue por nosotros. Al boliviano lo cagan a golpes, lo matan, le violan a la mujer o a la hija o es víctima de un trabajo esclavo... y no sucede nada”. Ésas son las palabras desilusionadas que nacen en los labios de Édgar Tancara, uno de los habitantes de la famosa ‘Villa Bolivia’, un centro urbano que reúne miseria, música, baile, drogas, crimen, impunidad y cultura nacional.

Para ubicarse: ‘Villa Bolivia’ en realidad se llama ‘Villa 1-11-14’. Se encuentra dentro del corazón del gran Buenos Aires y es la única villa ubicada en la capital federal. Está en el barrio de Almagro y desde cualquier terraza de la villa se puede apreciar el famoso ‘Gasómetro’, el estadio del equipo de fútbol San Lorenzo de Almagro. Son 14 hectáreas en las que conviven, como pueden, más de 6.500 familias bolivianas, peruanas, chilenas, paraguayas, argentinas y coreanas. De ellas, casi el 50 % son bolivianas.


Pero el poder dentro de este centro urbano se reparte entre dos grupos minoritarios: los peruanos y los coreanos. Ambos luchan por el control de los negocios de la droga, la prostitución y el contrabando. En un punto se hace visible la frontera entre ambos bandos. En una esquina se escucha cumbia y se venden empanadas fritas y api. Al frente están los supermercados y otros negocios que anuncian sus productos en caligrafía asiática. ¿La policía? Tiene el ingreso vetado.

Los domingos son los días en los que la villa abre sus puertas a los visitantes, que deben aproximarse con cautela. Sucede que esos días se instala la célebre feria de Bonarino, en la que las comunidades latinoamericanas aprovechan para armar sus toldos y vender todo tipo de productos: ropa, juguetes, accesorios, discos y un largo etcétera. Es una feria que no se diferencia de la que se instala en Cumabi, en Santa Cruz de la Sierra. La patria se traslada al corazón porteño.

Eloy Mercado es uno de los más antiguos habitantes de la villa y sus carnes a la parrilla y fricasé son célebres. Tras más de 30 años habitando en la capital argentina y con un marcado acento porteño, el cochabambino de más de 50 años aclara que la imagen de pobreza no es tan cierta. “Aquí se mueve mucho dinero. Es como cualquier sociedad. La mayoría tiene poco, pero entre unos cuantos manejan negocios millonarios e ilícitos. La vida en la villa es dura y peligrosa, pero es la única manera de mantenerse unidos”, afirma mientras sirve silpanchos y ofrece llajua a sus clientes.

Es necesario explicar que esta feria se encuentra en las afueras de la villa y que al costado se pueden observar las viviendas populares que desde hace décadas el Gobierno argentino construye para los habitantes de esta zona. Son edificios de más de cinco pisos a los que se deben trasladar los habitantes de la villa. Hasta ahora se han otorgado poco más de 600 departamentos, en un lapso de más de 10 años. Es detrás de estos edificios donde respira la verdadera villa.

Dentro la vida es supervivencia. Las anchas calles bonaerenses desaparecen y la modernidad de una ciudad que en algún momento se consideró de ‘primer mundo’ queda como una broma de mal gusto. En la 1-11-14 las calles son angostas y se llenan de barro después de que cae la lluvia. Los billares, los boliches, las discotecas y los restaurantes se encuentran uno al lado del otro. Los domingos la música de los ‘dancing’ elimina toda la tranquilidad y en las esquinas se apostan los ‘narcotraficantes’. Allí se puede conseguir cocaína, marihuana y el famoso pitillo.

Sin embargo, y con sorpresa, se escucha a los compatriotas afirmar que ese tipo de vida es mejor a la que se puede aspirar en Bolivia. “Me llamo Yuri Fernández, soy oriundo de la capital folclórica de Bolivia, Oruro, y soy hincha del gran San José. También me gusta el Bolívar y en Argentina sigo a San Lorenzo de Almagro”. Fernández se encuentra en Argentina desde 1993, cuando arribó junto a su mujer, Betzabé Meismer, y sus cuatro hijos. Tras los primeros años de vida dura, trabajando en talleres textiles clandestinos y con poca ganancia, Yuri logró establecerse en la villa y ahora es el ‘orgulloso’ propietario de un hogar diminuto, con dos cuartos, una terraza y una sala-comedor.


Para ingresar a su hogar se debe atravesar un pasillo oscuro de 10 metros de largo. Él espera en la puerta y recibe a los visitantes con una Coca Cola. Luego describe la vida en la villa. “Vivir acá es algo increíble, distinto. Todos hemos sufrido un cambio. Los bolivianos que vienen a Argentina, todos sufren. Uno viene a la deriva, sin amigos, sin tener lugar para dormir, sin documentos o trabajo. Totalmente a la deriva. Son muchos los que vienen del campo, de La Paz, Potosí y Oruro. Ellos son los que tienen más problemas, incluso porque no pueden hablar bien”, indica el costurero de 44 años que ahora tiene su propio negocio dentro de la villa.

De esta manera se explica que para la mayoría, las condiciones en las que viven no estén del todo mal. Tras los primeros momentos nefastos, llegar a conseguir un hogar propio y un techo para la familia es todo un éxito. Aunque los pequeños deban convivir en medio de ‘narcos’ y otros criminales.


“Esta villa tiene su historia particular”, dice Tancara mientras pasea por la feria. Sucede que en 1976 el Gobierno militar argentino decidió desalojar las dos villas más grandes de Buenos Aires: la 1-11-14 y la de Retiro. La razón fue que deseaban ‘desaparecer’ la pobreza durante el Mundial de Fútbol celebrado en 1978. Tancara ya llevaba ocho años en Argentina. Llegó desde La Paz a buscar suerte y diez años más tarde se había convertido en uno de los delegados más activos de la Comisión de Vivienda de la villa. La misión de este grupo es lograr que el Gobierno de la ciudad trabaje con mayor interés en las villas y se construyan más viviendas para mejorar la calidad de vida. “Tenemos que lidiar con políticos que ofrecen y no cumplen; debemos luchar con piqueteros que ‘toman’ las viviendas porque creen que los extranjeros no las merecemos. Para la mayoría sólo somos unos ‘bolivianos de mierda’”, dice.

Detrás de él la villa respira: se escucha cumbia, se toma cerveza, se habla quechua y aimara, y se baila un huayño. Un corazón boliviano en Buenos Aires.

Casos en la villa
- El 30 de noviembre de 2005 se produjo un enfrentamiento en las calles de la 1-11-14. Murieron cuatro personas, entre ellas un bebé de nueve meses. Otras nueve personas resultaron heridas. Fue durante un festejo de la comunidad peruana.

- La familia del boliviano Mario Lauca desapareció de la villa. Habían llegado hace tres años a Buenos Aires. Sucedió el 7 de eneto de 2006.

- A mediados de abril del presente año, un grupo de piqueteros argentinos ‘tomó’ las viviendas populares construidas en la 1-11-14. Exigían que se entreguen a ciudadanos argentinos. La Policía los desalojó tras días de negociaciones intensas.

- En 10 años se cuentan más de 40 muertos por el ‘gatillo fácil’ de la Policía.


- Hernán Pajoni/ Defensoría del Pueblo – Argentina
"La deuda más grande del Gobierno"
El Gobierno argentino no trabaja con rapidez respecto a la problemática de la vivienda en las villas. Hay dos caminos que se pueden seguir: la urbanización de las zonas o el desalojo de los habitantes hacia mejores áreas. Esta deuda social es una de las más grandes del actual Gobierno argentino.

Desde la Defensoría no trabajamos directamente con las comunidades extranjeras, pero sí estamos atentos a las necesidades habitacionales y sanitarias de estas zonas. Le advertimos al Gobierno de los riesgos vitales que existen en las villas y que justamente las más afectadas son las capas más vulnerables de la sociedad.

Acerca de la migración, nuestro trabajo es interno. Debemos hacer entender en las provincias que la solución a los problemas no es la migración hacia la ciudad. Debemos evitar que Buenos Aires se transforme en un gran imán migratorio, ya que vamos camino al colapso. No nos enfocamos en las comunidades extranjeras.

El problema de las comunidades extranjeras, en muchos casos, es la esclavitud. Ahora, una vez rescatados, nos aseguramos que obtengan ciudadanía y un lugar para vivir. No queremos que se conviertan en mendigos.

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